En esta página, Yuval Noah Harari responde a algunas de las preguntas que más a menudo le plantean, explicando su postura sobre temas como ficción vs. realidad, determinismo tecnológico, posthumanismo o religión, entre otros.
- ¿Crees que todo se reduce a historias de ficción? ¿Nada es real?
No creo que todo sea una historia de ficción. Es cierto que el dinero es una historia de ficción, las corporaciones son ficciones, como también lo son las naciones, los dioses y las reglas del futbol. Todas estas cosas las inventaron los humanos y solo existen en nuestro imaginario colectivo. Sin embargo, también hay una realidad. Lo más real del mundo es el sufrimiento. Si escuchamos un relato y queremos saber si el héroe de la historia es una entidad real o ficticia, basta con hacernos una simple pregunta: «¿Puede sufrir este héroe?».
Cuando quemaron el templo de Zeus, él no sufrió. Cuando el dólar se devalúa, el dólar no sufre. Cuando un banco quiebra, este no sufre. Cuando un país sufre una derrota en la guerra, el país no sufre de verdad. Es tan solo una metáfora. Zeus, el dólar, los bancos y los países no tienen sistema nervioso, ni cerebro ni mente. No pueden sentir dolor o tristeza. No pueden sufrir.
Por el contrario, cuando un soldado es herido en batalla, sufre de verdad. Cuando un niño famélico no tiene nada para comer, sufre. Cuando se separa a una vaca de su ternero recién nacido, sufre. Esta es la realidad. Por supuesto, el sufrimiento puede causarse por nuestra creencia en ficciones. Tomen como ejemplo las numerosas guerras acontecidas por la ciudad de Jerusalén. He vivido buena parte de mi vida en Jerusalén, así que lo conozco bien. Físicamente, es un lugar corriente. Hay piedras, árboles, edificios, gente, perros, gatos. Pero la gente empieza a imaginar que es un lugar muy especial, repleto de dioses, ángeles y piedras sagradas. Y es entonces cuando empiezan a pelearse por ese lugar –no por las piedras reales y los árboles, sino por las historias ficticias en su mente. La causa de la guerra es una ficción, pero el sufrimiento que deriva es cien por cien real. La sangre es real, el dolor es real, la pena es real. Es por eso por lo que deberíamos esforzarnos en distinguir la ficción de la realidad.
No quisiera insinuar que toda ficción es mala. En absoluto. La ficción es vital para nuestra supervivencia. Sin historias comúnmente aceptadas sobre cosas como el dinero, los estados, las corporaciones o las leyes, ninguna sociedad humana compleja podría funcionar. Por ejemplo, para poder jugar al futbol tienes que convencer primero a veintidós personas para que crean en las mismas reglas a pesar de que estas reglas solo existan en su imaginación. Jugar al futbol es divertido, pero si algún hooligan empieza a golpear a seguidores del equipo contrario, entonces se está tomando demasiado en serio la ficción. Del mismo modo, para que un país sea operativo se necesita que millones de personas crean en una misma nación, en su bandera, su moneda, etcétera, a pesar de que todo eso solo exista en nuestra imaginación. Las naciones son un invento maravilloso. Permiten que la gente se preocupe por millones de extraños y aporten para su salud, seguridad y educación. Pero si olvidamos que las naciones son ficciones que hemos creado para ayudar a la gente, podríamos empezar a matar millones de personas en aras de algo tan imaginario como «el honor de la nación».
En pocas palabras, el sufrimiento es el parámetro real a través del cual deberíamos evaluar si las historias que inventamos son beneficiosas o dañinas. Si la creencia en una historia reduce el sufrimiento, es una buena historia. Si la creencia en una historia causa sufrimiento, es dañina. Y entonces más vale cambiar la historia.
- ¿Crees en el determinismo tecnológico?
La tecnología nunca es determinista. En el siglo XX, algunas sociedades usaron los poderes de la electricidad, los trenes y la radio para crear dictaduras totalitarias, mientras que otras sociedades usaron exactamente los mimos poderes para crear democracias liberales. Solo hace falta pensar en Corea del Norte y Corea del Sur: ambas han tenido acceso a la misma tecnología, pero decidieron construir sociedades muy dispares. Las nuevas tecnologías del siglo XXI también se pueden utilizar para crear el paraíso o el infierno; depende de las decisiones que tomemos.
El peor escenario es que la IA expulse a cientos de millones de personas del mercado laboral y los empuje a formar parte de la nueva «clase social inútil». La gente perderá su valor económico y su poder político. A su vez, la bioingeniería hará posible convertir a una pequeña élite en superhumanos. La resistencia a esta élite superhumana será casi imposible debido al régimen de vigilancia extrema que constantemente controlará no solo lo que cada individuo haga o diga, sino incluso lo que cada uno sienta y piense.
Un peligro relacionado con esto es que los gobiernos y las corporaciones puedan adquirir la habilidad de hackear a las personas. Con hackear a personas nos referimos a que será posible entender a los humanos mejor de lo que nos entendemos nosotros mismos. Para llevar esto a cabo, un gobierno o una corporación necesita una gran cantidad de conocimiento biológico, muchos datos y una elevada potencia informática. A día de hoy, nadie lo ha conseguido. Incluso en la Alemania nazi o en la Unión Soviética, el gobierno no podía saber qué estaba haciendo, pensando o sintiendo cada persona. Pero pronto, algunos gobiernos y corporaciones puede que tengan suficiente conocimiento biológico, suficientes datos y la potencia informática necesaria para controlar a todo el mundo a todas horas y saber qué estamos haciendo, pensando o sintiendo cada uno de nosotros. Cuando un gobierno o una corporación pueda entendernos mejor de lo que nos entendemos nosotros mismos, podrá predecir y manipular nuestros sentimientos y decisiones, y erigir los peores regímenes de la historia.
Así que este es el peor de los casos. Pero no es una profecía. Es solo una posibilidad. Y existen alternativas. El mejor caso es que las nuevas tecnologías liberen a todos los seres humanos del lastre de la enfermedad y el trabajo arduo, y permitan que todo el mundo explore y desarrolle su verdadero potencial. La bioingeniería se centrará en curar a todo el mundo y no en mejorar a una pequeña élite. La inteligencia artificial, de hecho, se cargará muchos trabajos, pero los beneficios se utilizarán para proveer a todo el mundo con mejores servicios y mejor educación, y hará posible que todo el mundo tenga la oportunidad de perseguir sus sueños, ya sea en el ámbito de las artes, los deportes, la espiritualidad o en construir un sentimiento de comunidad. La tecnología punta en vigilancia se usará no para espiar a los ciudadanos, sino al gobierno, para asegurar que no hay corrupción.
¿Cuál de estos escenarios se hará realidad? Eso depende de nosotros.
- ¿Es usted posthumanista? ¿Anima a la gente a empezar a usar bioingeniería e IA para crear superhumanos?
Definitivamente no soy un posthumanista y considero que usar la bioingeniería y la IA para modificar a los seres humanos es una idea extremadamente peligrosa. Los humanos hemos padecido siempre una gran brecha entre nuestro poder y nuestra sabiduría. La brecha entre nuestro poder para manipular sistemas y la sabiduría necesaria para entender con profundidad esos sistemas. Desafortunadamente, es mucho más sencillo manipular que entender. Es más sencillo construir un dique sobre un río que entender el impacto que pueda tener en el ecosistema. Por lo tanto, los humanos a menudo empezamos a manipular cosas antes de entender las consecuencias de nuestras acciones.
En el pasado, los humanos aprendimos a manipular el mundo a nuestro alrededor. Aprendimos a controlar los ríos, los animales, los bosques. Pero como no entendemos la complejidad del sistema ecológico, hacemos un uso erróneo de nuestro poder. Hemos desequilibrado el sistema ecológico, y ahora nos enfrentamos al colapso ecológico.
En el siglo XXI puede que aprendamos a manipular tanto el mundo externo, como nuestro mundo interno. La genética y la IA puede que nos permitan rediseñar nuestro cuerpo y mente, y manipular nuestras emociones, pensamientos y sensaciones. Pero como no entendemos la complejidad de nuestro sistema mental interno, puede que abusemos de ese poder. Puede que desequilibremos nuestros cuerpos y mentes, y puede que nos enfrentemos a un colapso humano interno paralelo al externo de la crisis ecológica. En concreto, los gobiernos, las corporaciones y los ejércitos son propensos a usar nuevas tecnologías para mejorar las habilidades que necesitan, como la inteligencia y la disciplina, mientras que poco les interesa desarrollar otras habilidades como la compasión, la sensibilidad artística o la espiritualidad. El resultado puede que sea humanos muy inteligentes y disciplinados, pero sin una gota de compasión, sensibilidad artística o profundidad espiritual. De ese modo, podríamos echar a perder gran parte de nuestro potencial como humanos sin darnos cuenta que lo teníamos.
De hecho, no tenemos ni idea de cuál es el potencial humano, porque sabemos muy poco de la mente humana. Y, sin embargo, apenas invertimos en explorar la mente humana y nos centramos en aumentar la velocidad de nuestras conexiones en Internet y de la eficiencia de algoritmos de bases de datos. Espero que por cada dólar y cada minuto que pasamos desarrollando inteligencia artificial, invirtamos otro dólar y otro minuto en explorar y desarrollar nuestra propia mente.
- A menudo usa los provocadores términos de «clase inútil» o «hackear a los humanos». ¿Por qué acuñó estos términos? ¿Está usted a favor de crear clases inútiles y de hackear humanos?
Llevo desde 2014 alertando de los peligros de «hackear humanos» y del aumento de la «clase inútil», mucho antes de que estos temas se popularizaran. Considero que, mientras que la IA tiene un gran potencial positivo, si esa tecnología se usa incorrectamente planteará un peligro existencial para la humanidad. La IA puede que haga posible no solo hackear nuestros teléfonos, sino también nuestros cerebros. Y la IA puede que nos robe el trabajo y desplace a muchos hacia la nueva «clase inútil». Acuñé con provocación deliberada las expresiones «hackear a los humanos» y la «clase inútil» para captar la atención de la gente sobre estos peligros.
Me alegra ver que ahora hay mucha gente preocupada por estos peligros. No me alegra tanto ver que, en vez de unirnos como seres humanos en contra de amenazas comunes, estamos compitiendo y culpándonos unos a otros. Obviamente hay algunas personas que hacen cosas peligrosas, pero no creo que debamos ver a ningún grupo de personas en particular como enemigos mortales y la fuente de todos los problemas. Más bien, la causa del problema es el peligroso potencial de las nuevas tecnologías como la IA y deberíamos unirnos con el máximo número posible de personas para resolver el problema juntos. El odio destruirá nuestra especie. La cooperación puede salvarnos. ¿Prefieres dedicar tu tiempo extendiendo el odio o trabajando juntos para resolver el problema?
- ¿Cuál es tu punto de vista sobre la religión y la espiritualidad? ¿Tienen un papel importante en el siglo XXI?
Yo hago una distinción entre la religión y la espiritualidad. La religión es un pacto, mientras que la espiritualidad es un viaje. La religión nos ofrece un contrato bien definido: «Dios existe. Nos dijo que nos comportemos de tal modo. Si obedecemos a Dios, nos admitirá en el cielo. Si le desobedecemos, arderemos en el infierno». Generalmente, no se nos permite cuestionar o cambiar este contrato: solo tenemos que creer en Él y seguir las reglas.
Los viajes espirituales no tienen nada que ver con eso. Suelen llevar a la gente por caminos misteriosos a destinos desconocidos. El viaje empieza con una gran pregunta, como por ejemplo «¿quién soy yo?», «¿cuál es el sentido de la existencia?» o «¿qué es el bien y el mal?». Mientras la mayoría se limita a aceptar las respuestas prefabricadas que ofrecen las instituciones religiosas, los que buscan la verdad espiritual no se conforman tan fácilmente. Los que buscan la espiritualidad lo cuestionan todo y, a menudo, desafían las creencias y las convenciones de las religiones dominantes. En el budismo zen se dice que «si te cruzas con Buda por el camino, mátalo». Lo que significa que, si mientras paseas por el camino espiritualidad, te encuentras con las ideas rígidas y las leyes fijas de un budismo institucionalizado, debes liberarte de ellas.
Para las religiones, la espiritualidad es una amenaza peligrosa. La religión se esfuerza por frenar las búsquedas espirituales de sus seguidores, y muchos sistemas religiosos han sido desafiados no por laicos preocupados por la comida, el sexo y el poder, sino por buscadores de la verdad espiritual que esperaban algo más que lo común. Por ejemplo, Buda desafió el sistema religioso hindú, Jesús desafió el sistema religioso judío, y la revuelta protestante contra la Iglesia católica fue encendida por un monje devoto, Martín Lutero. Lutero quería respuestas a las preguntas existenciales de la vida y se negó a conformarse con los ritos, rituales y pactos ofrecidos por la Iglesia católica.
Creo que en el siglo XXI la espiritualidad es más importante que nunca. Durante la mayor parte de la historia, la mayoría no deseaba embarcarse en viajes espirituales y tendía a ignorar las grandes preguntas de la vida. Pero ahora tecnologías como la IA y la bioingeniería nos obligan a enfrentarnos a cuestiones espirituales muy antiguas y profundas como «¿qué es la conciencia?», «¿qué es la humanidad?» y «¿existe el libre albedrío?».
- Usted dice que los humanos no disponemos de libre albedrío. ¿No es esa una visión muy negativa de los humanos?
La libertad no es algo que se pueda tener. La libertad es algo por lo que hay que luchar. Las personas que creen que sus decisiones reflejan su «libre albedrío» son las más fáciles de manipular. Ciertamente, la gente dispone de voluntad y toma decisiones todo el tiempo. Pero la mayoría de esas decisiones no se toman libremente. Están condicionadas por diversas fuerzas biológicas, culturales y políticas. La creencia del «libre albedrío» es peligrosa, porque cultiva la ignorancia sobre nosotros. Cuando elegimos algo –un producto, una carrera, un cónyuge, un político– nos decimos «lo he elegido por mi libre albedrío». Si es así, no hay nada más que investigar. No hay motivo para sentir curiosidad por lo que ocurre en mi interior ni por las fuerzas que han moldeado mi elección.
Dado que las empresas y los gobiernos están adquiriendo nuevas y poderosas tecnologías para moldear y manipular nuestras elecciones, la creencia en el libre albedrío es ahora más peligrosa que nunca. Por otro lado, no abogo por dar todo el poder a los algoritmos para que tomen decisiones por nosotros. Recomiendo tomar un camino intermedio: no limitarnos a creer que disponemos de libre albedrío. Explórate a ti mismo. Comprende qué es lo que realmente determina tus deseos y decisiones. Sólo así evitarás convertirte en una marioneta de un dictador humano o de un ordenador superinteligente. Cuanto más pongas en duda la ingenua creencia en el libre albedrío, de más libertad real podrás disfrutar.
Este, por supuesto, es el consejo más antiguo y común. Desde la antigüedad, sabios y santos han aconsejado repetidamente a la gente «conócete a ti mismo». Sin embargo, en los tiempos de Sócrates, Jesús y Buda no tenías competencia real. Si descuidabas conocerte a ti mismo, seguías siendo una caja negra para el resto de la humanidad. En cambio, ahora sí que tienes competencia. Mientras lees estas líneas, los gobiernos y las corporaciones se esfuerzan por hackearte. Si consiguen conocerte mejor de lo que tú te conoces a ti mismo, podrán venderte lo que quieran, ya sea un producto o un político.
- Puede que algunas personas te vean como un profeta o un gurú. ¿Cómo te sientes al respecto?
Desde luego, no soy ni un profeta ni un gurú. No predigo el futuro, y no creo que nadie pueda. La historia no es determinista, y nadie tiene la menor idea de cómo será el mundo en 2050. Todo lo que hago es utilizar mis conocimientos históricos para plantear preguntas sobre el futuro y dibujar un mapa de situaciones hipotéticas, destacando las más peligrosas con la esperanza de que podamos prevenirlas. Qué situaciones sucederán realmente depende en gran medida de nuestras decisiones. El objetivo de hablar del futuro es poder hacer algo al respecto. ¿Cuál es la ventaja de hacer profecías sobre cosas que no podemos cambiar?
Por supuesto, siempre existe el peligro de que algunos empiecen a verme como una especie de gurú. Es bueno apreciar el conocimiento y escuchar las opiniones de los eruditos, pero es peligroso idolatrar a cualquiera, incluidos los eruditos. Una vez que se idolatra a una persona, es posible que esa persona se empiece a creer lo que la gente dice de ella, y eso puede inflar el ego y volverte loco. En cuanto a los admiradores, cuando creen que alguien conoce todas las respuestas, renuncian a su libertad y dejan de esforzarse por sí mismos. Esperan que el gurú les proporcione todas las respuestas y soluciones. E incluso si el gurú les da una respuesta equivocada y una mala solución, la aceptarán sin más. Así que espero que la gente lea mis libros como libros de preguntas más que como libros de respuestas, y que me vean como alguien que busca la verdad junto a ellos, más que como un vidente omnisciente.